Disciplina
José Sala
4/25/20244 min read
A algunos les molesta el término “disciplina” que uso en mi libro “Bajo Mínimos”, y también frases como “echarle horas” o “practicar sin parar”. La palabra “disciplina”, en concreto, retuerce el morro de los lectores y de muchos alumnos que he tenido. Tuercen el gesto, lo retuerce hasta volverlo agresivo y rara vez me vuelven a mirar de la misma forma, como antes, cuando éramos amigos. Algunos no vuelven, pero no me cuesta comprenderles, porque yo pensaba igual cuando tenía quince años:
—¿Disciplina? Venga ya… Yo quiero hacer lo que me da la gana.
El rock and roll es libertad. Si hablo de disciplina se produce un cortocircuito, una mala asociación de ideas. Todos vemos películas o series de Netflix, y la palabra disciplina nos sitúa en algún reformatorio de los años sesenta, donde niños vestidos de uniforme son golpeados con un bastón por un profesor con vocación de verdugo. O en una prisión de máxima seguridad donde el alcaide es la personificación del sadismo. O en una casa de esclavos en algún lugar del mundo antes de que se inventase la máquina de vapor.
La música es una organización de sonidos que tiene su propia disciplina interna, además de otras formas de disciplina: si el que te paga dice que no toques en una canción, deberás hacerlo; si hay que tocar una canción que no te gusta, deberás hacerlo.
Pero la disciplina no es lo mismo que la tortura, aunque a veces se emplee como sinónimo. La disciplina es una forma de organización, palabra también odiada. La organización es imprescindible para realizar tareas complejas. Tomarse un helado no requiere organización. Construir un edificio o tocar el bajo, sí. Piensa en tu día a día y encontrarás muchas formas de disciplina que están ahí para que millones de habitantes del planeta Tierra no se echen las manos al cuello cada dos por tres: detente en el semáforo, reduce la velocidad, no aparques aquí, dirígete al mostrador número 3, entrégame este trabajo antes del martes, da la vuelta al edificio y entra por la otra puerta. Órdenes, organización. Disciplina.
El alumno me sigue mirando como si deseara mi muerte, porque la palabra disciplina destroza su sueño de rock and roll y libertad. Muy bien, hablemos de rock and roll: Los Ramones. Quince años de gira ininterrumpida. ¿Te lo imaginas? Dee Dee Ramone afirma que el grupo estaba sujeto a unos horarios muy estrictos (McNeil, McCain, “Por favor, mátame”, p462). Esto lo dice uno de los fundadores de la primera banda punk del mundo. Por supuesto, no creo que se tratara de autodisciplina, sobre todo porque está muy reñida con las drogas duras, y seguro que tenían alguien que los subía literalmente al autobús de la gira y les daba luego una patada en el culo para que salieran al escenario. Pero los horarios se cumplían. No solo para los Ramones, sino también para Mötley Crüe, Megadeth o tu grupo preferido. Disciplina.
El alumno me sigue mirando mal, sin darse cuenta de que él asume montones de órdenes cada día: de sus padres, de sus profesores, de sus jefes, del Ministerio de Hacienda, de la policía, de la Dirección General de Tráfico... En un mundo complejo que aspira a algo más que comer helados y ver cómo se oculta el sol detrás de una montaña, nadie escapa de la disciplina. Por supuesto, el alumno acata todas esas órdenes, aunque sea mal y a regañadientes, porque si no, no estaría en mi clase. Estaría en la cárcel. Y en la cárcel tendría que levantarse a una hora determinada, asear su celda, bajar al patio a una hora determinada, ir a comer y a cenar a una hora determinada y apagar la luz por la noche a una hora determinada. Disciplina.
Wow, ¡qué jartá de disciplina! Pero existe una forma de hacer las cosas más fáciles.
Adquiriendo autodisciplina.
Si te organizas y te autodisciplinas, rindes más, produces más y eso produce satisfacción. En el caso del bajo, si te propones practicar de forma regular, da igual si es mucho o poco, pero es regular, tú mismo verás que tus conocimientos y tus habilidades crecen de forma exponencial, y eso hará que tu motivación se renueve constantemente. ¿Cómo se renueva tu motivación?
La disciplina te ayuda a seguir tocado, porque renueva tu motivación. La motivación es lo que te impulsa camino de casa para coger el bajo. Pero si cada vez que coges el bajo y te pones a tocar, tocas lo mismo, lo poco que sabes, ese riff que te sale tan bien y suena excelente y poco más, una y otra vez, por mucha motivación que tengas acabarás aburriéndote, y ya no querrás llegar a casa para coger el bajo, sino para ver otro episodio de tu serie favorita. Hacer lo que te da la gana te lleva al aburrimiento. La libertad total te lleva a la desesperación y a sentirte prisionero en un planeta en el que puedes hacer lo que quieras, pero no te apetece hacer nada. Necesitas una salida. Disciplina.
Además, ahora te será más fácil practicar, porque lo has convertido en costumbre. De hecho, no te sentirás mal por tener que practicar, sino que te sentirás mal si no lo haces.
Pero lo mejor de todo es que no te lo ha impuesto nadie, solo tú. Por lo tanto, ahora sí, estás haciendo lo que te da la gana. ¡Libertad! ¡Rock and roll!
El día que menos ganas tengas de practicar, cuando mayor sea tu lucha contra la disciplina, lleva esa indisciplina a tu práctica. Es decir, disciplina tu indisciplina. Ponte a practicar y no hagas nada. Siéntate con el bajo en las manos y no toques. Siéntate con el bajo en las manos y di: “Me niego a tocar”. A continuación, di en voz alta todos los motivos por los que no quieres hacerlo: porque siento que no avanzo, porque a Víctor Wooten todo le sale mejor que a mí, porque no tengo talento, porque el otro día en un concierto había dos en la primera fila riéndose de mí… Lo que sea, pero siéntate a practicar. Solo siéntate. Toca notas sueltas. Concéntrate en el sonido. Si quisiste tocar el bajo debe ser porque te cautivó su sonido. Ese día no aprendes nada, pero refuerzas tu hábito. Así puedes canalizar tus energías rebeldes para luchar por una causa que lo merezca. Un día importante.